El riego en agricultura es clave para obtener un buen cultivo. Es importante conocer las características del suelo y las plantas.
Las plantas necesitan agua para realizar la fotosíntesis y producir el azúcar que proporciona alimento. El riego es necesario para evitar que las plantas se sequen o se quemen por el sol.
Las raíces de las plantas requieren agua para transportar los nutrientes que necesitan para el crecimiento, la floración y la producción de frutos. La mayoría de la información que tiene la planta sobre el estado de las reservas de agua en el suelo se encuentra en las raíces.
Si las raíces detectan que el suelo está seco, enviarán señales al tallo que afectarán a la producción de hormonas vegetales, lo que reducirá el crecimiento de la planta.
Por otro lado, una planta que esté bien hidratada tendrá más resistencia a las enfermedades, producirá más frutos y estará menos expuesta al estrés hídrico.
Las plantas que requieren más agua son los cereales (trigo, cebada, maíz, sorgo), remolacha, patata, tomate, sandía, melón, pepino, zanahoria, acelga, espinaca, lechuga, rábano, apio.
Durante el verano, la mayor demanda de agua la realizarán las plantas en pleno crecimiento, y es significativa en plantas de hojas grandes. Por el contrario, en invierno será la etapa de reposo vegetativo en la que la planta requerirá menos agua.
Las necesidades de riego en un cultivo deberán satisfacer la demanda de agua de la planta en el momento en que se realice el riego, independientemente de la etapa de crecimiento en la que se encuentre. No obstante, este riego deberá ser suficiente para cubrir la demanda de agua de la planta hasta el momento en que se realice el siguiente riego.
¿Cómo se realiza el riego?
Cuando se riega, se moja el suelo hasta una profundidad de unos veinte centímetros. Es importante mojar el suelo, no las plantas. Si las plantas están mojadas, se producen enfermedades como mildiu, botrytis, oídio, y se pueden quemar las hojas.
Las raíces de las plantas absorben el agua y el suelo la retiene. El agua que no se absorbe pasa a formar una capa superficial sobre el suelo, que se conoce como capa de humedad. La capa de humedad se puede medir con un hidrómetro. Cuando el hidrómetro marca la capa de humedad, significa que el suelo está mojado y que no se debe regar.
Por otra parte, el agua que se aplica al suelo, regresará a la atmósfera en forma de vapor. La evapotranspiración (los dos procesos a la vez) es el resultado de la diferencia entre la cantidad de agua que se absorbe y la que se emite a la atmósfera. La cantidad de agua que se absorbe depende de la humedad relativa del aire, de la temperatura, del viento y de la impermeabilidad del suelo.
¿Cómo se establece la frecuencia de riego?
La frecuencia de riego y las cantidades de agua consumidas variarán en función de las características del suelo, de la época del año y de la etapa fenológica en la que se encuentre el cultivo.
Asimismo, este variará en función de la textura, estructura y profundidad de las raíces en el suelo.
Los suelos arenosos retendrán poca agua y se regarán con mayor frecuencia, mientras que los suelos con una mayor cantidad de materia orgánica retendrán más agua y se regarán con menor frecuencia.
En función de la época del año, las necesidades de agua en el cultivo variarán. Durante el invierno, las necesidades de agua en el cultivo serán inferiores a las que se requerirán durante el verano.
Por todo ello, resulta difícil establecer frecuencias de riego universales, ya que son muchos los factores que intervienen. Sin embargo, se pueden establecer unas pautas orientativas, teniendo en cuenta la etapa de crecimiento de la planta, la textura y estructura del suelo, la humedad relativa del aire y la temperatura.
Aquí juega un papel clave la observación y experiencia del agricultor, que será quién conozca mejor el cultivo y las necesidades hídricas de las plantas a cultivar.
Tipos de riego
A la hora de regar, encontramos diferentes métodos. Cada uno de ellos reúne una serie de características y ventajas. Es importante conocerlos todos para elegir el más conveniente para las características de nuestro terreno y cultivos.
Estos son algunos de los más habituales.
Riego por aspersión
Este procedimiento consiste en rociar el suelo y la vegetación con agua subterránea o superficial mediante un chorro de agua. Se utiliza preferentemente en huertos, jardines y en general en todo tipo de cultivos.
El riego por aspersión se realiza normalmente por medio de una manguera conectada a una manguera de alta presión. La manguera se dirige hacia el suelo mediante unos brazos articulados que se mueven de forma horizontal. El agua se rocía en forma de un chorro fino sobre el suelo y la vegetación, permitiendo un riego uniforme.
Este procedimiento tiene la ventaja de que se pueden rociar grandes superficies en poco tiempo. Además, permite regular la cantidad de agua que se aplica de forma fácil y sencilla.
Riego por goteo
Este método consiste en regar el suelo a través de una serie de cañerías dispuestas en forma de parral, de forma que el agua se distribuya de forma uniforme sobre el terreno.
El riego por goteo se realiza normalmente a través de una red de cañerías de plástico, metal o PVC distribuidas por toda la superficie. Las cañerías llevan unos orificios a través de los cuales sale el agua, que se deposita en el suelo en forma de un chorro fino.
El riego por goteo tiene la ventaja de que se pueden regar grandes superficies en poco tiempo. Además, permite regular la cantidad de agua que se aplica de forma fácil y sencilla y puede suponer un ahorro importante de la misma.
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